A 100 años del asesinato de Rosa Luxemburgo, la Fundación Rosa Luxemburgo, junto con las editoriales El Colectivo (Argentina) y Quimantú (Chile), presentaron el libro “Rosa Luxemburgo y la reinvención de la política. Una lectura desde América Latina”. El autor Hernán Ouviña, politólogo y docente de la UBA, y Claudia Korol, periodista y educadora popular, estuvieron presentes para hablar sobre el libro y rememorar a una de las más importantes revolucionarias marxistas del siglo XX.
Por Ignacio Marchini
Rosa Luxemburgo es una figura ineludible de las revoluciones de principio del Siglo XX. Una referente izquierdista, que abogaba por el protagonismo popular en las calles, que criticaba sin medias tintas a la vieja guardia social demócrata alemana. “Mocosa, cómo me decís eso, podría ser tu padre o tu abuelo”, le dijeron en más de una discusión con sus colegas, cuando apenas tenía veinti tantos años.
Hoy parece natural, producto del protagonismo cada vez mayor del movimiento de mujeres y disidencias sexuales, pero a finales del siglo XIX, en una Polonia ocupada (de la cual escapa fugándose de la policía zarista), el significado de una mujer judía, polaca y migrante que luchaba contra todas esas opresiones era mayúsculo. Tuvo que casarse con el hijo de una familia amiga para poder obtener la nacionalidad alemana. No para ella, sino para poder militar más tranquila sin ser expulsada.
Es por eso que a 100 años del femicidio de Rosa Luxemburgo (que hoy es posible caracterizar así debido al ensañamiento brutal y la misoginia con que fue asesinada), las editoriales El Colectivo y Quimantú trabajaron con el educador popular y politólogo Hernán Ouviña y el ilustrador Óscar González “Guache” para darle vida a este libro. Además, la Fundación Rosa Luxemburgo decidió apoyar la publicación para “recuperar su pensamiento y su acción”.
O como dijo Elisangela Soldatelli, directora de la oficina en Buenos Aires, en la apertura de la actividad, “nos valemos de su confianza en la construcción de una opción socialista que no abandone el internacionalismo”, con el objetivo de “ampliar el conocimiento sobre Rosa Luxemburgo en el Cono Sur para fortalecer espacios de formación y reflexión”.
En esta búsqueda de apropiación colectiva de la figura y los saberes de Rosa, las voces de intercambio iban y volvían en Comuna Cero, el espacio donde se realizó la presentación del libro. Para Blanca Fernández, integrante de la editorial El Colectivo, el motivo que los y las llevo a editarlo fueque “el pensamiento político y praxis militante de esta luchadora social no han sido suficientemente difundidos, no sólo en espacios académicos y políticos, sino incluso dentro de la militancia social. Forma parte del proyecto que asumimos como editorial la publicación de materiales de divulgación que se atrevan a abordar debates profundos que atraviesan nuestras izquierdas”.
Otra de las allí presentes para reivindicar la figura de Rosa fue Claudia Korol, educadora popular del colectivo Pañuelos en Rebeldía y periodista. Para Korol, la obra de Rosa no pierde vigencia y, en esta época de franco retroceso en materia de derechos y de avance del neoliberalismo en toda la región, es necesario “recuperarla, conocerla, discutirla, pensarla críticamente como lo hace Hernán. Desde este tiempo, este continente, desde nuestras luchas y desafíos”.
La vigencia del pensamiento luxemburguista es notable. El debate de reforma o revolución sigue siendo actual. No de manera dogmática. Para la educadora “tiene que ser a la luz de las revoluciones que hemos conocido y ver qué funcionó y qué no, con todo lo duro que eso puede ser. Viendo hoy en día la crisis de tantos proyectos, como lo que pasa en Nicaragua, nos habla en términos de derrota del proyecto revolucionario. Esa idea que hemos amado de la revolución sandinista se ha quedado en el camino”.
Si pensamos en momentos políticos actuales, en la polémica que ella sostiene con la socialdemocracia alemana, en pleno auge en ese entonces, Rosa advierte que el oportunismo abre camino al fascismo. El oportunismo de la social democracia lleva a un acuerdo con la derecha nacionalista, promotores de la guerra, que abrió el camino al fascismo en Europa. ¿No será posible extrapolar esa conclusión al momento actual latinoamericano?
En relación al libro, para la periodista “es muy importante la lectura que hace Hernán de Rosa desde tres miradas, más allá de la mirada anticapitalista y marxista: la mirada desde los pueblos colonizados, esa Rosa polaca que tenía que hablar en la lengua que le imponía el Imperio Ruso y no en su lengua natal; la mirada anti patriarcal y el vínculo que tuvo con sus compañeras Clara Zetkin, Alexandra Kollontai, ese grupo de mujeres referentas que organizaron al grupo de mujeres socialistas e internacionalistas contra la guerra, mientras los hombres votaban los presupuestos de guerra en el Congreso; y una tercera mirada que es su amor a la naturaleza. Ella tenía un vínculo con las plantas, los pájaros, que era muy profundo, como se ve en muchas de sus cartas. Tres miradas que cuando son radicales cuestionan profundamente el conjunto de opresiones del Capitalismo”.
El cierre del panel estuvo a cargo del propio autor Hernán Ouviña, politólogo, educador popular y docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Su primera intervención tuvo que ver con los motivos que lo llevaron a aceptar el desafío de escribir un libro sobre una figura tan emblemática. “Nos acercamos a Rosa por una sospecha, sobre todo después del 2001. ¿Por qué no hay aún, en la debida medida, pueblos, organizaciones, movimientos que se autoproclamen luxemburguistas? ¿Por qué Rosa no aparece en el crisol de tradiciones?”.
Si pensamos en tres grandes ciclos de lucha revolucionaria, en Latinoamérica pero también en Europa, el primero de ellos la tiene a la propia Rosa como protagonista de la Revolución Alemana que, para el autor, “no fracasó, sino que fue cruentamente derrotada porque era un proceso infinitamente más complejo lograrla en esa Alemania donde la clase trabajadora estaba mucho más integrada al Estado”. Por eso ella apelaba a la espontaneidad, para romper con el quietismo y la lógica burocrática de la socialdemocracia alemana y de los propios sindicatos.
El segundo ciclo, clave particularmente en nuestro continente, es la Revolución global de 1968. Es ese contexto que habilita una recuperación crítica de la propia Rosa. Hay infinidad de intelectuales, movimientos y organizaciones que a partir de los años 60 y 70, e incluso los 80, revitalizan la obra de Rosa. En el caso argentino, es a partir de 1969 que se empieza a difundir, a traducir, a publicar, infinidad de textos de Rosa y no es casual.
Así lo explicó Ouviña: “hay un hito que es el Cordobazo. Una rebelión espontánea en la clave luxemburguista que implica una huelga política de masas en contra de un régimen profundamente autoritario que desconcierta hasta a los más experimentados dirigentes políticos y sindicales. La productividad de Rosa en ese contexto es mayúscula para discutir con las viejas burocracias sindicales de aquel entonces”. Si pensamos en el resto de Latinoamérica, están los casos de la rebelión popular juvenil en México y un personaje como José Revueltas que piensa el espartaquismo como estrategia política o Mario Pedrosa en Brasil.
En relación el tercer ciclo, el autor puntualizó que “muchos y muchas de las que estamos acá somos parte de ese tercer ciclo que revitaliza a Rosa. El ciclo de resistencias contra el neoliberalismo pero también contra el Patriarcado, el colonialismo y el Capitalismo que se inicia en los años 90, también con una rebelión espontánea en clave luxemburguista como es el Caracazo en 1989. Pero también las tomas de tierras del Movimiento Sin Tierra en Brasil (MST), los zapatistas en México, los pueblos indígenas en la región andina. Y por supuesto, diciembre de 2001 en Argentina”.
A Rosa hay que traerla al presente desde esa integralidad. Muchas veces se la disocia de sus aristas más incomodas. Se habla de cómo amaba a los animales pero se disocia esa perspectiva de la lucha anticapitalista. Hay que pensar desde una categoría que era clave para ella que era la totalidad. ¿Cómo pensamos desde la totalidad para romper con el androcentrismo, para romper con la lógica del despojo? ¿Cómo pensamos la relación centro-periferia?
Rosa trata de desmontar el eurocentrismo. Es una de las primeras que tiene la osadía de criticar al propio Marx y decir “este esquema, inconcluso en El Capital, es un esquema que sólo concibe capitalistas y obreros”. Pero, ¿qué pasa con los pueblos indígenas, con el campesinado, con las economías naturales? ¿Qué pasa con el grueso del planeta que está siendo subyugado, no simplemente en la clave de la acumulación originaria, sino a partir de la acumulación por despojo que es un proceso permanente que padecen los pueblos del sur global?
Rosa nos invita a pensar un marxismo distante de todo dogmatismo. Una de las tantas referencias que nos permite entender que sólo se es un buen marxista o una buena marxista si no se es sólo marxista. Si podemos nutrirnos de otras tradiciones, otras cosmovisiones. No es algo residual, es algo que hace pensar la Revolución desde la vida cotidiana, como proponía ella.
Un eje transversal al libro es el del socialismo como alternativa civilizatoria. Una opción que atreviese todo el globo es más urgente que nunca. Hoy que resurgen los nacionalismos, las lógicas xenófobas, la violencia patriarcal. Según Ouviña, “revitalizar a Rosa implica pensarnos desde la plurinacionalidad, algo también olvidado pero que en ella es muy importante. Si queremos pensar en una sociedad pos extractivista, que luche contra el Patriarcado, en contra de la guerra contra las mujeres y los jóvenes, es necesario un socialismo donde quepan muchos socialismos. Un socialismo ecoambiental, un socialismo despatriarcalizado, antiburocrático, libertario. Un socialismo del buen vivir”.
En una de sus cartas a una de sus compañeras y amigas, ella plantea el problema de la muerte que para ella se avecinaba. El autor retomó algunas de esas líneas para concluir su exposición: “en esa carta le dice a Matilde,
en mi tumba, como en mi vida, no habrá nunca frases rimbombantes. Sobre mi lápida, habrá solamente dos sílabas: zvi, zvi. Este es el canto del herrerillo que yo sé imitar con tanta perfección que logro que acudan inmediatamente. En ese zvi, zvi se oye, desde hace unos días, un pequeño trino, una minúscula voz de pecho. ¿Saben lo que eso significa? Es la primera manifestación de la primavera. A pesar de la nieve, de las heladas y la soledad, los herrerillos y yo creemos en la próxima primavera.
Quizás tarde un poco más pero la primavera y la apuesta por esa necesidad de que florezcan nuevas Rosas es más urgente que nunca”.
Fotos: Julieta Lopresto Palermo y Antonella Álvarez