ALBERTO ACOSTA EN CHILE

“La Constitución es un proyecto de vida en común”

Economista de 68 años, Alberto Acosta fue uno de los promotores de las bases programáticas con las que Alianza País, a través de Rafael Correa, proponía al Ecuador llevar adelante la denominada Revolución Ciudadana, la que ahora, bajo el mandato de Lenín Moreno, busca dar un nuevo impulso ante las exigencias de las ecuatorianas y ecuatorianos

Por José Robredo Hormazabal, El Ciudadano

Alberto_fotoEx ministro de Energía y presidente de la Asamblea Constituyente hasta pocos meses antes de que fuera aprobado el nuevo texto constitucional, Acosta sostiene que el proyecto político original plasmado en la Constitución no fue llevado adelante por Rafael Correa durante los diez años de su gestión. En ese sentido, sostiene que “a pesar que se llenaron la boca con discursos anticapitalistas y revolucionarios, se mantuvo el modelo de producción capitalista y la profundización del extractivismo”.

Su mirada es crítica respecto del proceso de la Revolución Ciudadana que hoy impulsa el recién asumido Moreno, recalcando que en este período el concepto de Buen Vivir, clave programática de Alianza País, fue “vampirizado, se le quita su contenido para profundizar el extractivismo”. Siente que se desaprovechó la oportunidad de llevar adelante un proceso totalmente democrático, ya que cree que la actual Constitución es “la más ecuatoriana de todas” y que Correa “se sintió incómodo porque no entendió de qué se trataba”.

En medio de su visita al país para presentar el libro “Salidas al Laberinto Capitalista: Decrecimiento y Postextractivismo”, organizado por El Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA), la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) – Comisión de Medio Ambiente (FEN) y la Fundación Rosa Luxemburgo, Acosta conversa con El Ciudadano para hacer una revisión del proceso ecuatoriano y latinoamericano donde destaca que “en nuestro continente se puede decir que hay un adn extractivista, somos países producto y hemos ido asumiendo que no había otra opción”.

 

A diez años de la Asamblea Constituyente ecuatoriana, ¿cuál es el análisis que realiza del proceso?

Habría primero que mencionar que Ecuador es un país con adicción a las asambleas constituyentes. Nosotros existimos como república independiente desde 1830 y a la fecha tenemos 21 constituciones, lo que no es un logro sino que un grave problema; no tanto porque sea complejo cambiarla cuando sea necesario, sino que no respetamos las constituciones, que debieran ser un marco referencial del desarrollo de la sociedad. Hoy, incluso, se está planteando cambiar nuevamente la Constitución.

¿Y eso por qué se da?

El saldo de este período es que muchos elementos, incluso de alcance civilizatorio, no han sido respetados por el Gobierno que ayudó a aprobar la nueva Constitución. Esto porque terminamos por construir un régimen caudillesco; Rafael Correa se transformó en el caudillo del siglo XXI y la Constitución le terminó resultando una camisa de fuerza en algunos aspectos, como aquellos que buscaban profundizar la democracia, cambiar el modelo de sociedad y de economía. En otros aspectos, se sintió incómodo porque no entendió de qué se trataba, por ejemplo, en el tema de los derechos de la naturaleza.

¿Cómo fue evaluado por la ciudadanía?

Haría una puntualización que creo fundamental. Ecuador con tantas constituciones y constituyentes tenía una tradición que se reflejaba en procesos constituyentes en los cuales participaban personas elegidas por el pueblo o por el dictador de turno. Este proceso constituyente de 2007/2008 fue muy abierto, con una enorme participación. Lamentablemente ese proceso de discusión no tuvo continuidad, aunque a pesar de eso creo que sigue siendo la Constitución más ecuatoriana de todas. La Constitución es un proyecto de vida en común y una caja de herramientas para construir una sociedad democrática, derechos y deberes. Están prefiguradas las instituciones políticas para ese proyecto de vida en común que debe ser equitativo, democrático, libertario e igualitario.

¿No hubo mayores transformaciones a partir del proceso constituyente?

No. En lo político se debió dar una democracia radical, más horizontal y más participativa en todos los ámbitos, y se hizo todo lo contrario. No hay ni revolución ni ciudadanía, hay caudillismo puro y duro. En términos económicos, no hubo cambios en la matriz productiva, se ahonda el extractivismo, se amplía la frontera petrolera, se fortalecen los monocultivos, se estrena la megaminería. Y en términos sociales se vive en un proceso muy interesante: se reduce la pobreza pero aumenta la desigualdad y la concentración de la riqueza. A pesar que se llenaron la boca con discursos anticapitalistas y revolucionarios se mantuvo el modelo de producción capitalista y la profundización del extractivismo.

En el caso del extractivismo, ¿por qué no se da el paso de transformar la matriz productiva en el continente?

Hay que hacer varias reflexiones: Al momento que el precio de las materias primas aumenta, los gobiernos progresistas, que venían con una crítica al modelo primario-exportador, se acostumbran a tener dinero para el desarrollo de sus políticas sociales y amplían el extractivismo para tener una mayor cantidad de recursos para esas políticas.

Plata fácil…

Sí y sin enfrentar a los poderes económicos. Esos discursos resultaron huecos porque no venían con una propuesta de fondo para avanzar hacia una transformación, y eso pasa con gobiernos que llevan 10 o 15 años en el poder. Se entiende que son procesos largos pero han tenido tiempo suficiente para desarrollar plataformas para iniciar las transformaciones; al contrario, se ha profundizado el extractivismo. En nuestro continente se puede decir que hay un adn extractivista, somos países producto y hemos ido asumiendo que no había otra opción. Dígame qué país se ha desarrollado realmente sólo explotando las materias primas.

“Los ciudadanos debieran llevar una Constitución en su bolsillo”

¿Con la elección de Lenín Moreno se modifica esta ruta?

Hay tintes de cambio, ciertas señales que apuntan a que habrá cambios respecto del esquema anterior. El licenciado Moreno es una creación de Alianza País, es una creación de lo que se conoció equivocadamente como “Revolución Ciudadana” y se puede decir que es una marioneta de Correa, al menos, en su presentación electoral. Incluso le impusieron su binomio, Jorge Glass. Este gobierno tiene una pesada herencia y viene con una fuerte inercia, porque Correa logró instalar el control del Ejecutivo en todos los espacios de la institucionalidad. Y esto configura una especie de olla de presión, porque la situación económica es muy compleja y la sociedad está viviendo los embates de una economía subdesarrollada.

¿Cuáles son las señales diferenciadoras de Moreno?

En su discurso inaugural hizo críticas muy potentes contra Correa. Se preguntaba cómo un país con tantas capacidades tuviera un desempleo tan alto o cómo no se había transformado la matriz productiva. Toma ciertas medidas, como echar abajo el llamado “Plan Familia” que hoy es controlado por cercanos al Opus Dei. En Ecuador, con Correa, la restauración conservadora ya estaba en marcha.

¿Cuál es el papel de la ciudadanía actualmente?

Debería jugar un papel fundamental, pero eso no se ve tan claro. Hay varias observaciones para ello: No se finalizó el debate del proceso constituyente; otra tiene que ver con la historia del Ecuador, ya que no hemos asumido que esta es nuestra Constitución… los ciudadanos debieran llevar una Constitución en su bolsillo. Lo que me queda claro es que los procesos constituyentes no necesitan solo que se abran los cauces institucionales, sino que los procesos constituyentes deben iniciarse desde las bases y no de las cúpulas; acción política ciudadana para plantearse una vida en común.

La historia de Latinoamérica se encuentra se lleno de caudillos ¿La ciudadanía entonces se acostumbró a esperar que sea el líder el que haga las cosas?

Hay una suerte de aceptación de que sea el caudillo el que haga las cosas. Y quizás eso tenga que ver con las estructuras propias de economías primarias exportadoras, ya que los extractivismos hacen que vivamos de las rentas de la naturaleza y eso de vivir de las rentas permea en la sociedad. Tenemos empresaurios, cazadores de la renta que ni siquiera dentro de la lógica capitalista son innovadores. Y eso configura sociedades clientelares –dado que la renta se encuentra ahí- para recibir esos beneficios y eso genera gobiernos autoritarios. El autoritarismo es una característica de las economías primario-exportadoras, sobre todo en las de carácter petrolero o minero; en ese contexto aparecen las figuras mesiánicas.

Su gran crítica al proceso encabezado por Correa, si hacemos la síntesis, es que no llevó adelante el mandato constitucional ¿Es tan conservador como cualquier otro gobierno?

Hay cosas que se pueden rescatar, pero habría que buscar muy en lo profundo. Es un proceso que se inició con mucho entusiasmo, muchas expectativas, sobre todo en los dos primeros años hasta la aprobación de la nueva Constitución. Se establecen derechos del agua -como derecho humano-, se proponen derechos colectivos y la idea de iniciar un proceso basado en el Buen Vivir. Pero en la práctica nada de eso se puso en marcha, el gobierno de Correa no cumple con la Constitución. En la Constitución se prohíbe el acaparamiento de tierras y Correa no hace la reforma agraria para redistribuir el agua y la tierra; los derechos colectivos son subsumidos en la lógica de un Estado más fuerte, pero no participativo ni comunitario. Respecto del concepto del Buen Vivir, este se vampiriza, se le quita su contenido para profundizar el extractivismo.

¿Pero hubo avances?

Al final hay avances en la disputa del sentido histórico, pero no se avanza en la construcción de un modelo económico diferente y, para colmo, Correa cierra el período abriendo paso a prácticas neoliberales: Se llevan a cabo privatizaciones de los campos petroleros, se abre la puerta de la megaminería, se entregan -sin licitación- los puertos más importantes a grupos económicos trasnacionales vinculados a los grupos económicos nacionales en concesión por 50 años; se da paso a un proceso de flexibilización laboral echando abajo lo avanzado en la Constitución, se profundiza el endeudamiento externo y, como la guinda del pastel, se firma un tratado de libre comercio con la Unión Europea. Hemos vivido una mutación del neoliberalismo, hemos regresado al redil del FMI y del Banco Mundial.

¿Existe una alternativa política en Ecuador que haga frente a esta especie de “Neo-neoliberalismo”?

El camino más largo para regresar al neoliberalismo es el progresismo, que puso la brújula hacia la izquierda y terminaron en la derecha. El problema es que los movimientos sociales están muy debilitados, las izquierdas perdieron el rumbo… algunos creen que el Gobierno era de izquierda, otros se subieron en la tarima del candidato banquero. Finalmente, la disputa electoral del 2 de abril pasado era entre la derecha del siglo XX, liderada por Guillermo Lasso, y la derecha del siglo XXI, encabezada por Correa. Es el momento de repensar la izquierda no sólo desde una lectura clasista sino que, simultáneamente, debe ser clasista, feminista, ecologista y decolonial.