Die Linke y las elecciones federales de 2021

El partido enfrenta un contexto político desventajoso, contra fuerzas poderosas, conflictos internos y estancamiento
17/09/2021
por
Mario Candeias

El partido enfrenta un contexto político desventajoso, contra fuerzas poderosas, conflictos internos y estancamiento

Por Mario Candeias1

Manifestación celebrada en Alemania contra los altos precios de los alquileres. Foto: Die Linke

A pesar de considerables avances para robustecer el partido, así como para organizar y fortalecer movimientos sociales (Fridays for Future, el movimiento de los inquilinos, Black Lives Matter, movimientos contra la ley de policía, etc.) en los que actúa como socio importante junto con algunos gobiernos regionales ejemplares de izquierda, el principal partido socialista de Alemania, Die Linke, se encuentra estancado en las encuestas, con un 7 % (2 % menos que los últimos resultados). No obstante, es importante echar una mirada a las posibles causas de esto, sin restar relevancia a la campaña electoral, sino con el fin de aclarar el panorama.

Atrapado en el medio

Nada está decidido y mucho está cambiando aún, pero incluso antes de la pandemia a Die Linke no le resultaba fácil generar visibilidad, debido a una triple polarización entre el ‘centro’ neoliberal gobernante, la derecha radical y lxs Verdes, como su contraparte liberal-ecológica.2 También ha sido complicado para Die Linke identificar su verdadero papel dentro de esta constelación política, y, para muchxs, falta aclarar su “valor-de-uso político”. Como resultado, el partido apenas tuvo presencia en los medios de comunicación y fue (deliberadamente) silenciado. Con la pandemia, la situación se volvió más complicada aún, no solo porque en crisis como esas siempre es el Gobierno el que marca la pauta, sino porque se suspendieron muchas prácticas de izquierda  (huelgas, manifestaciones, organización en barrios, visitas puerta a puerta, o simplemente reuniones de diferentes grupos y niveles).

Una dificultad concreta fue encontrar una posición identificable respecto a la gestión de la crisis de la pandemia. En parte, eso se debió a que Die Linke se vio obligado a apoyar duras medidas gubernamentales contra la propagación del virus, mientras la totalidad de la oposición consistía en la derechista Alternativa por Alemania (Alternative für Deutschland, AfD) y el llamado Querdenker (un confuso grupo de gente esotérica, antroposofista y de estilo hippie, abierto a una alianza con la derecha). En suma, una postura sensata y solidaria que se preocupaba sobre todo por los impactos sociales, pero al mismo tiempo trataba de equilibrar la libertad y los derechos a la salud, y que fue nuevamente marginado por el discurso mediático o tachado de ‘indeciso’. Como resultado, lxs neoliberales Demócratas Libres (FDP) se aprovecharon del estado de ánimo generalizado; se diferenciaron moderadamente de la AfD pero criticaron las medidas de forma irresponsable, y subieron un 12 % en las encuestas.

Manifestación celebrada en Alemania contra los altos precios de los alquileres. Foto Martin Heinlein/ Die Linke

Aunque Die Linke está cada vez mejor organizado y conectado con los sectores más activos de los movimientos y de la sociedad civil, no llega con suficiente fuerza a otros sectores de la población (incluso a una parte de su propia base electoral). La nueva práctica de la política de clase que conecta trabajadorxs diversxs3 aún no está suficientemente generalizada y no ha rendido frutos, mientras que el viejo estilo de movimiento antineoliberal del partido, que reunía a diferentes sectores de la población del periodo ‘Agenda 2010’,  se viene desgastando desde hace mucho tiempo, agotado por las nuevas formas de conflicto social. Así, el partido actualmente representa cada vez más a gente progresista y activa, y menos a los grupos de simpatizantes pasivxs, que en el pasado estaban abiertos a la izquierda; un efecto que, en la práctica, la orientación de clase del partido debe ser capaz de contrarrestar, pero no ha habido tiempo.

En este contexto, la invalidación de la ley de control de los alquileres en Berlín fue particularmente perjudicial. Esta política fue derribada por la conservadora Segunda Cámara de la Corte Constitucional Federal, a pesar de que la clase capitalista y los partidos conservadores perdieron la lucha a nivel de opinión pública y apoyo popular, y estaban lejos de cualquier mayoría en el parlamento de la ciudad-estado de Berlín. Por eso, en el capitalismo el Estado está organizado de tal manera que permite a la burguesía sostener varias líneas de defensa: en ese caso se usaba la lucha jurídica de clase para detener     cualquier paso transformador impulsado por la izquierda e, incluso, derribar leyes que gozan de mucha popularidad (en este caso sin importar las otras opciones jurídicas a favor del control de los alquileres).

De hecho, se trataba de un argumento puramente formal: el estado federal de Berlín no tiene el derecho a hacer cumplir esta ley, porque es una competencia o autoridad exclusivamente del Gobierno federal. El objetivo fue derrocar al gobierno ‘rebelde’ de Berlín. Esto es extremadamente problemático no solo para lxs inquilinxs de Berlín y otros lugares, sino para el mismo Die Linke, porque el control de los alquileres fue el proyecto más popular del partido durante los últimos años, y el que generó visibilidad
y credibilidad.

Aunque el proyecto fomentó un ánimo positivo entre lxs activistas y gran parte de la población, y reforzó la idea de que un control de alquileres a nivel nacional fuera posible, y al mismo tiempo impulsó una propuesta de referéndum sobre la expropiación de grandes empresas inmobiliarias, su derrota provocó mucha decepción y amargura. Si el cambio no es posible incluso con un gobierno electo y la legislación ratificada, porque un tribunal constitucional conservador niega su validez (a pesar de una multitud de opiniones legales e informes oficiales), el resultado es la desilusión generalizada: ‘Die Linke tiene buenas intenciones, pero al final no van a permitirle cambiar nada ni tiene la capacidad de hacerlo’.

1 Mario Candeias es el director del Instituto de Análisis Social Crítico de la Fundación Rosa Luxemburg en Berlín. Este artículo se publicó por primera vez en la revista LuXemburg.

2 La propia AfD retrató a lxs Verdes como su adversario, el ‘Tercer Polo’, mediante sus ataques contra los ‘sucios 1968ers’, su ‘generismo’, su ‘ecodictadura’ de lxs ‘ricxs y bien acomodadxs’, etc. Las polémicas sobre el ‘generismo’, la ‘cultura de la cancelación’ y ‘el partido de la prohibición’, ahora profundamente aupadas por los principales medios de comunicación, tienen consecuencias destructivas para el nivel del debate social, pero al mismo tiempo han fortalecido el perfil de lxs Verdes.

3 En el original alemán se usa el concepto de verbindenden Klassenpolitik (política de clase que conecta). Un concepto que quiere reabrir el conflicto entre ‘nosotrxs aquí abajo’ y ‘ellxs allá arriba’ como contrapartida al modelo de la derecha que enfrenta a lxs alemanxs con lxs inmigrantes. Se entiende a la clase trabajadora no solo como hombres alemanes trabajando en fábricas, como en el imaginario tradicional del movimiento obrero alemán, sino como personas con diferentes profesiones y biografías, con empleos precarios y no precarios, personas de diferentes orígenes y color de piel que reconocen intereses comunes y adversarios comunes.