En conmemoración de un nuevo aniversario del nacimiento de Rosa Luxemburgo el Centro Cultural Tierra Violeta, Pañuelos en Rebeldía y la Fundación Rosa Luxemburgo impulsaron un espacio de reflexión para pensar su figura y su legado, el marxismo y el feminismo en nuestros días.
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Los feminismos de Rosa
06/03/2017
por
Francisco Farina

En conmemoración de un nuevo aniversario del nacimiento de Rosa Luxemburgo el Centro Cultural Tierra Violeta, Pañuelos en Rebeldía y la Fundación Rosa Luxemburgo realizaron conjuntamente la Charla Pública “Rosa Luxemburgo: Feminismos y marxismos, en tiempos del Paro Internacional de las Mujeres”, un espacio de reflexión para pensar su figura y su legado, el marxismo y el feminismo en nuestros días

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Por Francisco Farina

El mítico barrio de San Telmo se tiñó de violeta para albergar a quienes, para celebrar un nuevo cumpleaños de Rosa, pensaron en juntarse y debatir en torno a su militancia, su obra, sus reflexiones y su vida cotidiana. La semana del Paro Internacional de Mujeres también sirvió de contexto para pensar la coyuntura a través del prisma que el pensamiento de Rosa nos ofrece.

La iniciativa surgió como “un encuentro de amigas” en una tarde de domingo, explicó Claudia Korol al abrir el panel. La masividad de la concurrencia no impidió la intimidad y la complicidad de quienes se saben constructoras de su libertad, pero no individualmente sino con otras mujeres.

Son muchos los desafíos con los que se enfrenta el feminismo y el campo popular en su conjunto, pero también son muchas las pistas que ofrece Rosa Luxemburgo para deshilvanar, comprender y resolver las contradicciones y las opresiones que genera el capitalismo y el patriarcado.

¿Que nos inspira de Rosa a las feministas de hoy?

Alejandra Ciriza realizó un recorrido entre los encuentros y desencuentros que tuvieron el feminismo y el marxismo a lo largo de la historia. Explicó la hipótesis del “matrimonio infeliz” que desarrolló la economista Heidi Hartmann, donde el marxismo “carece de herramientas para analizar el patriarcado; pero sobre todo resaltó otros aportes como los de Iris Young y su caracterización como un “doble sistema de opresión”, que implica una “imbricación muchísimo más profunda” entre capitalismo y patriarcado.

En cuanto a la búsqueda de los aportes al feminismo indicó la importancia de hurgar en su correspondencia. Porque “no hay que pedirle a Rosa que sea una feminista como nosotras, hay que pensarla en su tiempo”, y hay que traerla como una “transgresora, pero no que genere una transgresión individual, sino aquella que construye su libertad con otras mujeres”.

Su transgresión también la imprimió en la socialdemocracia alemana, y trastocó las comodidades a las que se había amoldado el partido. Así, denunció el corrimiento del horizonte socialista hacia una deriva reformista y la traición al internacionalismo proletario al firmar los créditos de guerra.

Entre los aportes que enumeró Alejandra, se destacó la denuncia de que “no hay un horizonte infinito para el capitalismo; tiene un límite y tiene una lógica de destrucción”. Aquí la percepción de Rosa se vuelve relevante porque articula la economía y la política.

Rápidamente, Nalu Faría -coordinadora brasileña de la Marcha Mundial de Mujeres a nivel regional- indicó algunos rasgos inspiradores de Rosa: su liderazgo, su compromiso militante y su convicción “en el pueblo como sujeto político”. Destacó sus posiciones en la discusión sobre el imperialismo y su rol en el proceso de organización a niveles internacionales, como fue la “Conferencia Internacional de Mujeres”.

Luxemberg, Rosa (1871-1919) Auf einem blumengeschmückten Podium sprach Rosa Luxemberg in Stuttgart, 1907. Foto
Rosa Luxemburgo en la Primera Conferencia Internacional de Mujeres, Stuttgart, 1907

En un análisis de la coyuntura, en el que volcó su parecer sobre la realidad, señaló una “crisis en las organizaciones”, pero destacó que, a su vez, se produce un crecimiento del movimiento feminista, y también en las resistencias territoriales, en la economía solidaria y en las luchas ambientales. Según Nalu, este crecimiento debe expresarse imprimiendo “una marca feminista en la lucha de clases” y debe ser un “feminismo que quiere destruir al capitalismo”.

Estas reflexiones se vuelven vitales frente a la comprensión y el análisis en “un momento de crisis y desempleo donde las mujeres asumen mayores responsabilidades en la subsistencia y la reproducción de la vida cotidiana”. Hoy “el conflicto es Capital-Vida, no Capital-Trabajo”, afirmó. El feminismo tiene la tarea de asumir la responsabilidad en esa resolución e “ir creando nuevas vidas” según aportó, luego, Diana Maffía.Captura_charla

Por su parte, Claudia Korol retomó el interrogante sobre el interés que despierta la figura de Rosa Luxemburgo y estableció diversos paralelismos entre algunas características y desafíos de Rosa en su tiempo y las luchas que nos tocan afrontar en la actualidad.

En ese sentido, deslizó algunos datos biográficos que ayudaron a situarla en su contexto: Rosa nació en una Polonia ocupada por el imperio ruso, vivió el colonialismo en carne propia y lo resistió, como resiste nuestro continente. A pesar de la imposición del ruso como lenguaje en la escolaridad, sostuvo la lengua polaca como símbolo de resistencia de su generación, al igual que los pueblos originarios resguardan sus diversas lenguas.

Fue una perseguida política por sus rebeldía y confrontaciones a los estados opresores, y “fue una mujer migrante, que para estudiar tuvo que dirigirse a la Universidad de Zurich, que aceptaba mujeres”. También fue una voz contestataria a las agresiones machistas en las organizaciones donde decidió militar, y desde allí organizó las luchas por la Paz en tiempos de guerra inter-imperialistas. Se alejó de los oportunismos y su coherencia le hizo cuestionar el nacionalismo polaco; de igual modo, advirtió sobre los peligros del nacionalismo alemán. Pero su rasgo constante fue “la apuesta a la libertad”.

Nacida en el año de la Comuna de París y contemporánea de la Revolución Rusa de 1917, sostuvo los más ricos debates sobre los desafíos de su época y del desarrollo de las experiencias de emancipación. Fue un transgresora en todos las ámbitos: desde las disputas teóricas que generó, hasta la forma en que decidió llevar adelante su vida personal. Su radicalidad estaba nutrida, también, de su aceptación a la posibilidad del equívoco y a la confianza en las masas trabajadoras.

El recorrido entre amigas llegaba a su fin. Y un dato que agregó Korol quedó suspendido: “Rosa daba clases cuatro veces a la semana en el Partido… no sabemos cómo serían esas clases porque no podemos acceder a ellas”. Sin dudas, los años pasados y la actualidad encontraron su punto de contacto en la vida y la obra de Rosa. Por eso, uno de los desafíos del feminismo hoy, entre todos los que se presentan a diario, es dejarse inspirar en Rosa.