DOSSIER: BOLIVIA MÁs AllÁ del 2020

No a la reelección: Tres reflexiones sobre el referéndum en Bolivia

El 21 de febrero 2016, más de 50 por ciento de las bolivianas y los bolivianos rechazaron el proyecto constitucional que hubiera permitido la candidatura del presidente Evo Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera para un posible cuarto mandato, de 2020 a 2025. Pablo Solón, activista y  Embajador de Bolivia ante las Naciones Unidas de 2009 a 2011, el economista catalán Joan Martínez Alier y Álvaro García Linera opinan sobre la derrota de Morales y el futuro de Bolivia.

DOSSIER: BOLIVIA MÁS ALLÁ DEL 2020

Algunas reflexiones, autocríticas y propuestas sobre el proceso de cambio en Bolivia

Por Pablo Solón

Los activistas de izquierda en el gobierno generalmente hablamos del peligro de la derecha, del imperialismo y de la contra-revolución, pero casi nunca mencionamos el peligro que representa el poder en si mismo. Los dirigentes de izquierda creen que estando en el poder podrán transformar la realidad del país y no son conscientes que ese poder los acabará también transformando a ellos mismos.reflexiones

(…) En los primeros momentos de un proceso de cambio generalmente el nuevo gobierno promueve -por vía constitucional o insurreccional- la reforma o transformación de las viejas estructuras de poder del Estado. Estos cambios, aunque radicales, nunca serán suficientes para evitar que los nuevos gobernantes sean cooptados por la lógica del poder que está presente tanto en estructuras de poder reaccionarias como en estructuras de poder revolucionarias. La única opción para evitar que un proceso de cambio sucumba está fuera del Estado: en la fortaleza, independencia del gobierno, autodeterminación y movilización creativa de las organizaciones sociales, de los movimientos y los diferentes actores sociales que dieron nacimiento a esas transformaciones.

En el caso boliviano, que comparativamente a otros procesos de cambio era muy privilegiado por la fuerte presencia de vigorosas organizaciones sociales, uno de nuestros errores más graves fue debilitar a las organizaciones sociales incorporando a las estructuras del Estado a una gran parte de sus dirigentes que terminaron expuestos a las tentaciones y la lógica del poder. Antes que cooptar a toda una generación de dirigentes había que formar verdaderos equipos para gestionar las reparticiones claves del Estado.

Entregar sedes sindicales, movilidades, pegas y beneficios a las organizaciones sociales que promovieron el proceso de cambio incentivo una lógica clientelar y prebendalista. Por el contrario, debíamos haber potenciado la independencia y capacidad de autodeterminación de las organizaciones sociales para que sean un verdadero contra-poder que proponga y controle a quienes habíamos pasado a ser burócratas estatales. El verdadero gobierno del pueblo no está, ni nunca estará en las estructuras del Estado.

Continuamos con una estructura jerárquica estatal del pasado y no impulsamos una estructura más horizontal. Sin duda el concepto de “El jefe” o “El jefazo” fue un gravísimo error desde un principio. El culto a la personalidad jamás debió ser alimentado.

En un principio, muchas de estas equivocaciones se cometieron presionados por las circunstancias y debido al propio desconocimiento de cómo administrar de manera diferente un aparato del Estado. A nuestra inexperiencia se sumo la conspiración y el sabotaje de la derecha y el imperialismo que obligo a cerrar filas muchas veces de manera acrítica (caso Porvenir, negociación de artículos de la Constitución Política del Estado, etc.). Los aciertos y triunfos contra la derecha, lejos de abrir una nueva etapa para reconducir el proceso e identificar nuestros errores, acentuaron las tendencias más caudillistas y centralistas.

La lógica del poder es muy similar a la lógica del capital. El capital no es una cosa sino un proceso que sólo existe en tanto genera más capital. Capital que no se invierte y no da ganancias es un capital que sale del mercado. El capital para existir debe estar en permanente crecimiento. De igual forma opera la lógica del poder. Sin darte cuenta, lo más importante en el gobierno pasa a ser como preservarte en el poder y como adquirir más poder para asegurar tu continuidad en el poder.

Los argumentos para esta lógica que antepone la permanencia en el poder y su expansión a toda costa son en extremo convincentes y nobles: “si no se tiene mayoría absoluta en el Congreso la derecha volverá a boicotear al gobierno”, “a mayor cantidad de gobernaciones y municipios que se controlan mejor se pueden ejecutar los planes y proyectos”, “la justicia y otras reparticiones del Estado deben estar al servicio del proceso de cambio”, “acaso quieres que vuelva la derecha”, “que será del pueblo si perdemos el poder…”.

Si el error primigenio del proceso de cambio fue creernos “el gobierno del Pueblo”, el momento de inflexión del proceso de cambio comenzó con el segundo mandato de gobierno. El 2010 se alcanzaron más de dos tercios en el parlamento y había energía suficiente para realmente avanzar hacia una transformación de fondo en la línea del Vivir Bien. Era el momento de fortalecer más que nunca el contrapoder de las organizaciones sociales y la sociedad civil para limitar el poder de quienes estábamos en el gobierno, el parlamento, las gobernaciones y los municipios. Era el momento de concentrar esfuerzos para promover nuevos liderazgos y activistas creativos que nos remplacen porque las dinámicas del poder nos iban a triturar (…)

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Bolivia y el post-extractivismo

Por Joan Martínez Alier 

(…) Bolivia entró en 2015 en déficit de la balanza comercial, el primero tras doce años de saldos positivos. Se une en esto a casi todos los países sudamericanos. El fracaso económico en 2014-16 de las políticas extractivistas exportadoras es general. Lo mismo da que los gobiernos sean “neo-libs” o “nac-pops”.

El nacionalismo popular sudamericano cometió un grave error político al menospreciar la crítica de los post-extractivistas como Alberto Acosta, Eduardo Gudynas, Maristella Svampa. Esta crítica tiene cuatro puntos principales: la economía extractiva exportadora alcanza volúmenes físicos sin precedentes y por tanto conduce como nunca antes a la destrucción de ecosistemas y ataca la supervivencia de los habitantes locales; esta economía no es sostenible físicamente; esta economía lleva a un déficit democrático, al imponer autoritariamente decisiones gubernamentales conjuntamente con empresas nacionales o multinacionales, criminalizando a los ambientalistas y prohibiendo en la práctica las consultas populares; esta política económica, en fin, no es sostenible económicamente porque el exceso de exportaciones puede llevar a un derrumbe de los precios.

Difícilmente habrá otra época de tanta alegría exportadora primaria como la que hubo en Sudamérica hasta hace poco – sin que Alicia Bárcena y la CEPAL advirtieran nada en contra. Es urgente que, de una vez, la izquierda latinoamericana se vuelva ecologista.

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Derrotas y victorias

Por Álvaro García Linera

(…) La fortaleza de un proceso revolucionario radica en instaurar una matriz explicativa del mundo en medio de la cual las personas, las clases dominantes y las clases dominadas, organizan su vida cotidiana y su futuro.

Durkheim llamaba a esto las estructuras del conformismo moral y conformismo lógico de la vida en común. Y el bloque social dirigente capaz de conducir activamente estas estructuras se constituye en un bloque social hegemónico. El proceso de cambio creó una matriz explicativa y organizadora del mundo: Estado plurinacional, igualdad de naciones y pueblos indígenas, economía plural con liderazgo estatal, autonomías. Hoy, izquierdas y derechas se mueven en torno a esos parámetros interpretativos que regulan el campo de lo posible y lo deseado socialmente aceptado. Hoy, la gente de a pie construye sus proyectos personales y expectativas en torno a estos componentes potenciados hacia el futuro a través de la Agenda Patriótica 2025, y no tiene al frente ningún otro proyecto de Estado y de economía que le haga sombra. En ese sentido, hablamos de un campo político unipolar. El que el presidente Evo tenga una popularidad y apoyo a la gestión de gobierno que bordea el 80%, según las encuestas hechas en plena campaña por el referéndum, constata este hecho hegemónico.

Sin embargo, cuando a los entrevistados se les consulta si están de acuerdo con una nueva postulación, solo la mitad de los que apoyan la gestión responde positivamente. El apego al proyecto de Estado, economía y sociedad no es similar al apoyo a la repostulación o, si se quiere, hegemonía no es directamente sinónimo de continuidad de liderazgo.

Es posible que haya pesado la desconfianza normal hacia una gestión muy larga; también es posible que algunas personas pensaran que en el referéndum volvían a reelegir a Evo, creyéndolo innecesario después de ya haberlo elegido en 2014. En todo caso, sobre ese espacio de votantes que daban su apoyo a la gestión de Evo, pero no a su repostulación, se centró toda la artillería de la campaña, tanto de la oposición como del partido gobernante. La oposición se montó rápidamente en una matriz de opinión larvaria, pero trabajada desde hace años con el apoyo de agencias internacionales, referida a que los gobiernos de izquierda revolucionarios son “autoritarios”, “abusivos”, quieren “eternizarse”, etc.

Y, entonces, la repostulación fue rápidamente ensamblada a la lógica de una manifestación que confirmaba el “abuso”, el “autoritarismo” etc. Algunos izquierdistas de “cafetín” se sumaron a este estribillo y, por consiguiente, la irradiación fue más extensa. En tanto que el partido de gobierno tuvo que hacer una doble labor explicativa. Primero, enfatizar que quienes no querían la repostulación eran los de la vieja derecha privatizadora y, luego, que la repostulación garantizaba la continuidad del proceso de cambio. En esta dualidad explicativa es donde se perdió la fuerza de la simpleza de una consigna electoral, frente a la matriz discursiva imperialmente labrada que repercutía más fuerte justamente por su simpleza. (…)

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