Franz Stangl trabajó en la planta de São Bernardo do Campo, cuyas instalaciones fueron usadas como calabozos en donde se interrogaba a sindicalistas que luego serían encarcelados. Así lo revela una investigación
Por Dario Pignotti, página 12
Antes de ser condenado a cadena perpetua en Alemania por el asesinato de 400 mil personas, el nazi Franz Paul Stangl fue contratado en Brasil por Volkswagen, la empresa elegida por la dictadura como una sus socias para motorizar el “milagro económico” que permitió alcanzar tasas de crecimiento del 10 % al año. El lema era “orden y progreso”. Con el bagaje adquirido en los campos de concentración Treblinca y Sobibor, Stangl prestó servicios en la planta de Volkswagen en San Bernardo do Campo, cuyas instalaciones fueron utilizadas como calabozos donde se interrogaba a los sindicalistas que posteriormente serían entregados a la Dirección de Orden Político y Social (DOPS) para su encarcelamiento, tortura y en algunos casos eliminación. El ensamblaje entre el sistema de control de Volkswagen y el régimen funcionó durante años. La represión fue feroz en la primera mitad de la década del 70 .
Adriano Diogo, preso político entre 1973 y 1975, dirigió la Comisión de la Verdad en San Pablo durante la presidencia de Dilma Rousseff entre 2010 y 2014, cuando se conocieron las primeras piezas del terrorismo industrializado.
“Fueron cuatro años de trabajo exhaustivo que nos permitió revelar con documentos y testimonios que Franz Stangl tuvo una participación importante, que la organización que él condujo durante ocho años en la Volkswagen siguió funcionando durante décadas. Ese esquema fue tributario de la dictadura. Y en alguna medida se puede decir que la dictadura fue tributaria de ese esquema. La armonía llegó a tal punto que la empresa contrataba militares brasileños preferentemente con dominio del idioma alemán para que trabajaran en el departamento de seguridad creado por Stangl. El control era total, con precisión nazi. La semana pasada la televisión pública alemana divulgó un documental con más informaciones, que nos permiten profundizar el trabajo y seguir investigando porque creemos que van a surgir más cosas”.
Adriano Diogo y Sebastião Neto, ex preso e investigador, dialogaron con página 12 sobre esta historia que permaneció oculta durante décadas.
–¿Volkswagen contrató a Franz Stangl sabiendo que era nazi?
–Estamos convencidos de que lo sabían. Stangl no era un criminal de guerra menor, era uno de los más buscados en todo el mundo. Las cifras del tribunal que lo condenó a cadena perpetua en Düsseldorf hablan de 400 mil muertos, pero hay autores que le atribuyen la muerte de hasta 900 mil personas. Brasil era un refugio de nazis, San Pablo era uno de los lugares escogidos, como fue Bariloche, Argentina con Priebke. En el interior de San Pablo vivió durante toda la dictadura el médico Josef Mengele muerto en 1979 mientras estaba veraneando en la playa de Bertioga.
–La semana pasada un historiador contratado por Volkswagen dijo que la empresa ignoraba el pasado de Stangl.
–No voy a polemizar con Volkswagen porque tendría que leer primero los argumentos que presentan. Lo que estoy en condiciones de afirmar después los cuatro años de investigaciones de la Comisión de la Verdad es que resulta por lo menos extraño que se hable de desconocimiento de alguien como Stangl. No era alguien irrelevante, tanto que el cazador de nazis Simon Wiesenthal vino a buscarlo hasta Brasil. Le digo más, Franz Stangl nunca ocultó su identidad en Brasil. La Volkswagen lo contrató con sus documentos originales. Stangl trabajó, organizó el esquema de informaciones, cobró salario, permaneció 8 años en la empresa, hasta su deportación en 1967, con su identidad verdadera. Y el jefe de Stangl en la planta de San Bernardo do Campo era Friederich Schultz-Wenk, que en su juventud había sido del partido nazi.
–¿El vínculo nazi, Volkswagen y militares fue puntual?
–No, fue estructural. Nuestra dictadura fue germanófila, Volkswagen fue la empresa símbolo del desarrollo industrial durante los gobiernos militares. Fue simbólico que el dictador Emilio Garrastazú Médici (1969-1974) haya regalado un automóvil “Fusca” ( el “escarabajo” de Volkswagen) a cada uno de los jugadores de la selección campeona del mundo, la de Pelé, en 1970. Luego de Médici vino el presidente Ernesto Geisel, del 74 al 79, hijo de alemanes, que era hermano de Orlando Geisel, quien fue jefe del Estado Mayor del Ejército.
En 1974 Brasil fue gobernado por primera vez por un hijo de alemanes. El país católico más poblado del mundo gobernado por un general luterano… son datos importantes.
El carácter germanófilo iba más allá de la Volkswagen, Geisel firmó un acuerdo nuclear con Alemania para desarrollar una tecnología en la que Argentina estaba más adelantada. El acercamiento con Alemania también se realizó en la industria pesada, en la compra de equipamento alemán para las grandes represas hidroeléctricas.
¿Usted preguntó si esta proximidad entre nazis, empresarios y militares fue circunstancial? Podría darle varios ejemplos para demostrar que no lo fue.
En los años 70, Volkswagen tuvo un presidente muy famoso llamado Wolfhang Sauer, un nazi convencido, un señor que tenía la cruz de hierro en su oficina. El presidente militar Ernesto Geisel, que seguramente sabía de las simpatías políticas de Sauer, autorizó que se naturalizara brasileño. ¿Esto deja dudas de la relación estructural?. Esta historia da para un libro, no quiero cansarlo con datos.
–¿Tiene más?
–Uno más. Este ejecutivo Sauer fue objeto de una especie de biografía laudatoria cuyo prefacio lo escribió el ex ministro de Hacienda de la dictadura Delfim Netto. Delfim también fue uno de los encargados de recaudar dinero de los empresarios para pagar la represión, el Operativo Bandeirantes, que tuvo el respaldo de la Federación de Industrias de San Pablo, la Fiesp.
–Que respaldó el golpe de 1964.
–Así es. La Fiesp fue una de las instituciones que pensó y organizó el golpe de 1964, y respaldó activamente el de 2016 contra la presidenta Dilma.
–¿A qué atribuye el interés de Volkswagen en investigar?
–No estoy en condiciones de responder porque la empresa abrió una pesquisa que promete concluir este año. Sí puedo afirmar que hubo abogados de Volkswagen y mucha gente del mundo empresarial cuando nosotros realizamos la sesión pública de la Comisión de la Verdad que trató este tema. Puedo decir que hubo emisarios, o personas que nos hicieron saber que a Volkswagen le interesaba postergar esa audicencia. Nadie nos dijo abiertamente que teníamos que dejarla sin efecto, fueron educados, pero la presión fue muy fuerte. Ellos saben que este tema tiene un impacto internacional extraordinario. Es una noticia mundial.
–Este año se cumple medio siglo de la prisión de Stangl, ¿cuánto habrá que esperar para que se haga justicia?
–No se olvide que en Brasil todavía tenemos la Ley de Amnistía dejada por los militares. Creo que con este caso se puede empezar a avanzar en la búsqueda de la verdad a cerca de la dictadura y las empresas y los nazis.
El primer paso lo dio hace tres años la Comisión de la Verdad, pese a los obstáculos que tuvo que enfrentar y a la indiferencia de la prensa brasileña. Esta historia comenzó a tener repercusión mundial recién ahora, gracias a un documental de la televisión alemana, lo que nos da fuerza para seguir con nuestro trabajo. Aquí en Brasil el próximo paso es nuestro Ministerio Público decida abrir un proceso sobre este caso, pero ya está enfrentando presiones fuertes.
–¿Quedan más nazis por descubrir?
–En estos temas hay que evitar ser livianos porque los intereses en juego son gigantescos, estamos hablando de Volkswagen, de la Fiesp, y posiblemente de otras empresas multinacionales que actuaron durante la dictadura. Nuestra sospecha es que Stangl no fue el único nazi que actuó en Brasil.
Fotos: VW, Citizens Theatre