El fracaso de los gobiernos

La Iniciativa Yasuní-ITT obtuvo un potente espaldarazo cuando el Parlamento alemán la aplaudió expresamente el 5 de junio del 2008. Sin embargo, el gobierno de Angela Merkel no cristalizó esa solicitud de todos los bloques parlamentarios.(...) No es cierto que “la iniciativa se adelantó a los tiempos, y no fue comprendida”
25/12/2013
por
Alberto Acosta

El ex-presidente de la Asamblea Constituyente del Ecuador recuenta los tropiezos en el percurso del proyecto visionario de dejar el petróleo en el suelo

Por Alberto Acosta

Alberto Acosta
Alberto Acosta

La decisión del presidente Rafael Correa de abandonar la Iniciativa Yasuní-ITT es lamentable. Ecuador y el mundo pierden -por lo pronto- la oportunidad de cristalizar una iniciativa revolucionaria. A la postre ésta se entrampó en el puro cálculo fenicio, medido por el lado de las contribuciones, cuando existen otras valoraciones, incluso económicas, más potentes que debieron ser consideradas.

A la postre, dentro y fuera de Ecuador se impuso la lógica del mercader que cuenta los petrodólares y no lo que podrían haber sido visiones lúcidas de estadistas. Dejar todo reducido a la posible compensación económica internacional condujo a olvidar otros justificativos. En otras palabras, la conservación ambiental del campo petrolero ITT es importante en sí misma, independientemente de los humores y la presión para que participe la comunidad internacional.

Esta iniciativa, por su concepción misma, representa un paso gigante en la senda del postextractivismo, pero sobre todo es un proyecto ético, políticamente ético, donde se involucran derechos de grupos permanentemente vulnerados y los Derechos de la Naturaleza.

“El mundo nos ha fallado”

Hay responsabilidad internacional en este fracaso, sin duda alguna. El presidente Correa intenta justificar su fracaso diciendo que “el mundo nos ha fallado”. El asunto es más complejo. La Iniciativa Yasuní-ITT obtuvo un potente espaldarazo cuando el parlamento alemán la aplaudió expresamente el 5 de junio del 2008. Sin embargo, el gobierno de Angela Merkel no cristalizó esa solicitud de todos los bloques parlamentarios, salvo alguna modesta ayuda financiera para realizar algunos estudios vinculados a la conceptualización de la Iniciativa y luego la entrega de unos pocos millones de euros para proyectos ambientalistas.

En el gobierno germano se impuso, finalmente, la posición del ministro de cooperación, Dirk Niebel, que representa la visión de grandes grupos económicos. El representa también una conocida Spiessigkeit, un provincianismo autosuficiente e ignorante, alguien de visión estrecha que no tolera que desde el Sur le den lecciones. En vez de ver en la Iniciativa Yasuní-ITT un refuerzo al freno de las emisiones de CO2 que el mundo necesita, él cree que si Ecuador deja de extraer el petróleo del Yasuní-ITT, otros lo extraerán por otro lado. Tiene la mentalidad del tendero con miedo a que le engañen.

No entiende Niebel que hay que bajar las emisiones globales de CO2 a la mitad, que mucho petróleo, gas y carbón se convierte en «unburnable fuels«. Es decir no podemos sacarlos y quemarlos con la velocidad actual. Estamos llegando a una concentración en la atmósfera de 401 ppm. Hasta la revista conservadora The Economist reconoció el 4 de mayo de 2013 que hay «unburnable fuels». Si hemos de bajar las emisiones de CO2, una contribución importante es dejar de extraer petróleo.

¿Dónde? En lugares como el Yasuní-ITT, también el Delta del Niger, y en las islas Lofoten en Noruega, y en San Andrés y Providencia en Colombia, en Lanzarote en las islas Canarias y el Madidi en Bolivia. En Nigeria y Ecuador y Bolivia porque hay seres humanos en peligro inmediato, y todos esos lugares porque hay grandes valores que no son crematísticos (biodiversidad, belleza del paisaje). Así en Francia y otros lugares en Europa  se evita el fracking del gas de esquisto. Así, en la explotación minera, en países pobres como la India, hay el reciente ejemplo de dejar bauxita en tierra en la Niyamgiri Hill in Odisha porque ese cerro es sagrado para los indígenas Dongria Kondh, como lo es el cerro Wirikuta en México para los huicholes o wixárikas.

Dirk Niebel desprecia cuanto ignora. Por eso el no logró entender que la Iniciativa Yasuní-ITT plantea evitar las emisiones de gases de efecto invernadero y al hacerlo desbarata la lógica de las políticas para proteger el clima, vigentes hasta ahora. Impulsar los proyectos vinculados a lógicas mercantilistas, como los mercados de carbono o REDD, es desconocer sus impactos negativos en las comunidades indígenas, en sus territorios, en sus economías y en sus culturas. Fomentar estos mercados ficticios da paso apenas a la monetarización de las responsabilidades.

La instrumentación de los proyectos atados a lógicas mercantiles no evita la extracción masiva y depredadora de recursos naturales, orientada al mercado mundial, causante no solo del subdesarrollo, sino también de la crisis ambiental global. Al contrario, estos proyectos podrían actuar, en la práctica, como un incentivo para que las comunidades permitan operaciones extractivistas, que de otra manera serían rechazadas en sus territorios. Al propiciarlos se lleva la conservación de los bosques al terreno de los negocios. Se mercantiliza y privatiza el aire, los bosques, los árboles y la tierra misma.

Es finalmente un acto de ceguera mercantil en torno a la urgencia de iniciar un giro hacia una civilización postpetrolera, con el fin de descarbonizar la atmósfera.  Esta lógica mercantilista, en síntesis, recoge el espíritu de los espejitos con los que los europeos iniciaron la conquista de América. Por otro lado, Niebel  fue muy claro al decir que no apoya ningún precedente que desemboque en nuevas demandas de proporcionar recursos financieros para prescindir de daños ambientales.

Quizás en este punto si entendió perfectamente que la Inicictiva Yasuní-ITT no era un simple ejercicio fenicio, sino la palanca para desatar un proceso de transformaciones más profundas a partir del principio de responsabilidades compartidas pero diferenciadas, que debe ser la base de una justicia ecológica global. A la postre esa posición del ministro Niebel debilitó la tesis ecuatoriana no solo en el gobierno alemán, sino en otros países.

Ecuador le ha fallado al mundo

Esta idea, presentada y defendida a nivel gubernamental en enero de 2007 por Alberto Acosta, entonces ministro de Energía y Minas, no tiene gerente-propietario alguno. Con seguridad, la idea primigenia de suspender la actividad petrolera en la Amazonía surgió en la cabeza de quienes sufrían los embates de las petroleras. Alguna vez, alguna persona, hastiada de los atropellos de la Chevron-Texaco, habrá expresado llena de indignación, ¡basta a la explotación de petróleo en la Amazonía!

Y desde entonces esta iniciativa fue construyéndose poco a poco en la sociedad civil. Así en el año 2000 ya propusimos la moratoria petrolera en el centro y sur de la Amazonía, que luego sería asumida en el Plan de Gobierno del movimiento PAÍS en el 2006, que llevó a la Presidencia de la República a Rafael Correa. Poco antes el 2005 Oilwatch y Acción Ecológica aterrizaron unas ideas gruesas de lo que sería la Iniciativa en sendos documentos. Y yo como ministro designado, como lo anoté antes, desde fines del 2006, la impulsé desde dentro del gobierno (en el que estuve cinco meses).

La aceptación de la Iniciativa Yasuní-ITT por parte del presidente Correa fue fundamental. Así, esta utopía se convirtió en una posibilidad cierta en el año 2007 cuando se enfrentó con argumentos potentes las pretensiones de extraer el crudo del campo petrolero ITT (Ishpingo, Tambococha, Tiputini), que habían cobrado renovada fuerza desde el año 2004. La salida salomónica fue establecer dos posibilidades: opción A, dejar el crudo en el subsuelo, buscando una contribución internacional, y opción B, extraerlo.

Esta decisión se adoptó en el Directorio de Petroecuador el 30 de marzo de dicho año, con presencia del presidente de la República, para dirimir las posiciones encontradas entre estas dos opciones: la propuesta por el ministro Acosta, de dejar el crudo en el subsuelo, y la defendida por el presidente de Petroecuador, de extraerlo lo antes posible. Desde entonces estuvo latente, con diversos grados de intensidad, la pugna entre estas dos opciones que reflejan con claridad dos posiciones de cómo abordar el tema petrolero y el desarrollo mismo.

Lo grave fue que el presidente de la República no se cansó nunca de insistir, tal como sucedió, por ejemplo, en Cancún en el año 2010, en una de las grandes cumbres internacionales, que si no se conseguía el apoyo internacional se explotaba el petróleo del ITT. Eso sonaba a una suerte de chantaje. Ese repetitivo posicionamiento no daba señales de seguridad a los potenciales contribuyentes. Y a esto podemos añadir las agresiones, desplantes e insultos del presidente en contra de quien osaba hacer una crítica o alguna sugerencia de cambio en relación a la Iniciativa.

Basta recordar lo que les dijo a los posibles contribuyentes del fideicomiso: “métanse los centavitos… por las orejas”, a inicios del 2010, cuando desarmó la comisión negociadora, lo que incluso provocó la dimisión de su canciller. Además, no nos olvidemos que, durante todo el período de vigencia de la Iniciativa, se filtró información que habla de un adelanto de los trabajos de exploración en el bloque 31, aledaño al ITT, cuyo petróleo sólo es rentable si se extrae el crudo del ITT; entonces no era difícil dudar del real compromiso gubernamental con la Opción A.

Un grave error radica en no haber dado un plazo suficiente para cristalizar la iniciativa, sin los sobresaltos provocados por el propio presidente. La inestabilidad en los plazos -once en total-, sumada a la falta de coherencia y consistencia gubernamentales se transformaron en una suerte de espada de Damocles, que a la postre cayó sobre lo que el mismo presidente consideró a inicios del 2010 era “el proyecto estrella de la revolución ciudadana”: la Iniciativa Yasuní-ITT.

En esta lista de errores acumulados, el último equipo negociador no tuvo ideas claras: sólo buscaba recolectar dinero como en un teletón. Y todo esto se derivó de la ausencia de un concepto definido de lo que significa la Iniciativa, lo que le impidió al gobierno tener una estrategia adecuada.  En suma, el presidente, que la posicionó fundamentalmente a nivel internacional, con sus marchas y contramarchas generó un ambiente poco propicio a la confianza y credibilidad.

Como saldo tenemos que el presidente de Ecuador al desbaratar la Iniciativa Yasuní-ITT, empantanado en los cálculos del poco dinero recibido, echó por tierra los Derechos de la Naturaleza, establecidos en la Constitución del 2008. En suma, “Correa le ha fallado al mundo”, como asevera con justeza Joan Martínez Alier. En definitiva, no es cierto que “la iniciativa se adelantó a los tiempos, y no fue comprendida”, como dijo el presidente Correa al anunciar la finalización de la misma.

Lo cierto es que Correa no la comprendió y no estuvo a la altura del reto propuesto por el Ecuador al mundo. Hoy, cuando la Iniciativa ha vuelto a sus orígenes, a la sociedad, desde ella se plantea una consulta popular para que sea el pueblo el que decida sobre el futuro del Yasuní. La definición será entre el petróleo y la vida. Ecuador, un pequeño país hizo una propuesta revolucionaria; los gobiernos del mundo, incluyendo el de Ecuador, fracasaron. Ahora los pueblos del mundo, sobre todo el ecuatoriano, tienen la palabra.

Foto: Gerhard Dilger

Versión en alemán (taz)